Tristeza

Qué triste es la noche sin ti. Frio yace mi cuerpo en el lecho, olvidado y absorto en un pasado donde no existían normas y podía tenerte cada segundo entre mis brazos, darte una caricia o atosigarte con mis besos. Comprendo que canse recibir un pequeño chasquido en los labios cada minuto, pero es que tu piel tan irresistible y tu divino ser me empujaban a tal agobio. Sólo tú tienes la culpa, al despertar en mi tan puros sentimientos, pues mis besos son sólo impulsos de mi corazón, ergo, mátame y no habrán más besos. En estos momentos, aceptaría esa muerte con verdadero placer. Dicha muerte conllevaría contemplar tu grandeza durante al menos un minuto, o al menos lo que tarde el dedo en apretar el gatillo, pero antes de cometer semejante crimen, deja que mi corazón bombeé su último latido, deja que mis labios aprieten los tuyos y te den un último beso. Entonces no serás tú quién apriete el gatillo, seré yo quien coja la pistola y apunte a mi corazón mientras mis labios te emiten pasionalmente un último mensaje: TE AMO MÁS QUE A MI VIDA Y TE AMARÉ ETERNAMENTE ALLÍ ADONDE VAYA, MI ALMA SERÁ POR SIEMPRE TUYA, AHORA Y ETERNAMENTE. TE ESPERARÉ EN ALGÚN LUGAR DEL INFINITO. ETERNAMENTE TUYA: MONICA.

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